EN LMB, EL VETO AHORA ES RESTRINGIR

ANABE 3

Corrían los mediados de la década de los Ochenta, apenas poco después de la huelga de peloteros en 1980 que cimbró al béisbol mexicanos. Los efectos, cicatrices y resabios del movimiento ahí estaban, sin perdonarse los supuestos agravios y sin nadie que se atreviera a disculparse por “las molestias ocasionadas”.

 

En lo más alto de la soberbia, el entonces proclamado Alto Comisionado de la Liga Mexicana de Beisbol Alejo Peralta, rumiaba su rencor para con los peloteros. “No les voy a perdonar lo que me hicieron”, decía a sus corifeos y aplaudidores. Rumiaba venganza el Patriarca en turno de la LMB.

 

Desde la gerencia de los Tigres, club de su propiedad, le llegó la información de que uno de los peloteros del roster, Manuel “Pimienta” Morales, se negaba a firmar contrato luego de que exigía que al menos le respetaran su salario de la temporada anterior. De un posible aumento, ni hablar.

 

Morales fue llevado ante el Jefe Alejo, la plática no duró mucho. Del 2¿por qué no quieres firmar?” se pasó enseguida a la amenaza directa; “o firmas el contrato o y mismo me encargo de que te mueras de hambre”. El pelotero no tuvo más remedio que firmar por la cantidad que Peralta le ofreció.

 

Esta no es una historia para la anécdota, la ubicaríamos mejor como el antecedente más directo para entender el porqué hoy se mantiene vigente el aberrante protocolo (“política de liga”, le dicen) mediante el cual los clubes de la LMB se abrogan la potestad de “congelar” (“vetar”) a un pelotero que no se pliegue al oscuro y muy poco claro régimen laboral en que se basa la relación con el pelotero mexicano.

 

Más de fondo, retomar la pregunta surgida en ese 1980 de huelga. ¿quién defiende al pelotero mexicano? ¿Qué ley o instrumento legal tiene a la mano el deportista profesional para defenderse ante el abuso de la parte patronal?

 

Nos podemos reír un poco si es que alguien desea invocar a la Ley del Trabajo o de plano soltar la carcajada si se menciona al apartado sobre deporte profesional que aparece en la Ley nacional del Deporte. Para este caso, como el arameo, ambas son “lenguas muertas”.

 

En pleno 2020, 40 años después del surgimiento de la ANABE, la LMB anuncia casi con destellos de lucimiento por la transparencia exhibida, que algunos peloteros pasan a la lista de RESTRINGIDOS por no haber llegado a un acuerdo laboral con sus clubes. Esto debe entenderse que la liga los sanciona con que no podrán jugar este año con ningún club, bajo ninguna circunstancia y sin salvedad alguna.

 

Restringir como sinónimo de veto, del peraltiano “harás solo lo que yo diga” y que ante el mundo será “yo cuido mis intereses”. Habrá quien defienda la postura, de alegar que cada empresario está en su derecho de pagar lo que sea a un jugador y al final de la idea, tal invoquen lo de la oferta y la demanda.

 

Mientras, defendiendo el negocio, ensalzando el célebre tope salarial del cual todos se ríen y se burlan, el límite de 10 mil dólares que en la liga hoy más que nunca de “ricos y pobres” es ocasión para restregarlo en la cara de quienes no pueden (no es que no sepan) aplicar el dinero “submecatum” (o bajo la mesa).

 

¿Acaso peloteros como Leo Germán con Tecolotes y Carlos Mendívil, con Saraperos, habrán exigido a sus clubes más de 200 mil pesos mensuales? Una de las muchas preguntas a las que no habrá respuestas.

 

Eso sí, uno se puede imaginar que en las oficinas se podrá haber escuchado el clásico “por lo que me pides, bien nos podemos traer dos o tres pochos, aquí los hacemos mexicanos y listo”. Y es que por estos días, lo del nacionalismo está poco confuso en la LMB.

 

Curioso que este deleznable escenario se registre cuando se supone, al menos en el discurso, que vivimos el “sexenio del béisbol”, que exista una oficina dedicada exclusivamente al cuidado de este deporte en todas sus esferas y que al frente esté alguien quien abogó ante Grandes Ligas para que existieran mejores condiciones para el pelotero mexicano que fuera exportado a Estados Unidos.

 

A Edgar González se le debe mucho de lo logrado en ese tema luego de que fue desde su escritorio particular que se diera el VoBo a lo que provocó hace meses el rompimiento de MLB con el béisbol mexicano de verano.

 

Es hora entonces de preguntar si es que González Avelar avala esta situación de “veto” que se está aplicando, si es que en su papel de Comisionado tendrá algún posicionamiento que ayude al pelotero o si es que dejará que se siga cociendo a fuego lento el caldo de cultivo para que no tarde en estallar el segundo capítulo de lo que dejó pendiente la ANABE en 1980.

 

EL fantasma de don Alejo sobrevuela la LMB y más vale que lo ahuyenten, No vaya a ser que ante el veto quien se haga presente sea el Sindicato de Pelotero de Grandes Ligas.

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