“POS YO LE DIGO, NI PA DONDE HACERSE OIGA”

CECILIO

 

28 de Marzo de 2020- Queda en la duda de si los eventos y personajes que se mencionan son o fueron parte de la realidad o mero producto de la imaginación. Digamos que unos y otros navegan entre esas dos aguas.

 

LANZÓ MAS DURO QUE NOLAN RYAN

 

Aspira del Raleigh con boquilla con fruición,  con ansia, saborea el humo y lo expulsa de a poco, revelando el hábito del fumador consuetudinario. A su lado, el bote de la Tecate roja, esa que los tomadores dicen es “fuerte”.

 

Recién había terminado un juego de la liga de veteranos de Culiacán, en la cual era asiduo como practicante y estaba en el solaz del “después”.

 

“Yo nunca fui bueno para eso de hablar con los periodistas, luego escriben lo que quieren y no lo que uno dice”, señala con una especie de molestia que disfraza con una sonrisa muy forzada.

 

Exligamayorista, reconocido como el pitcher más veloz de su época, el de le recta más poderosa, tanto incluso como par que los medios de Estados Unidos se lo reconocieran. En Estados Unidos le llamaban “Cy”,  como así le dijeron a Cy Young.

 

“¿Usted no sabe que la Sporting News sacó una noticia sobre mí? Yo la guardo en  mi casa, ahí dicen que yo tiraba más duro que Nolan Ryan, así de plano”, comenta directo, revelando algo parecido a la inmodestia.

 

Lo dicho no deja de tener razón y fundamento. En una edición de 1972 de la entonces publicación beisbolera más prestigiada, aparece un reportaje en donde con todas sus letras, el reportero asevera que aquel lanzador mexicano, entonces jugando para los Filis de Filadelfia, tenía una recta más veloz incluso que Ryan, ícono histórico del pitcheo de  fuerza.

 

“Ese era mi chiste oiga, tirar duro y pegado”, argumenta.

 

Imagen en retroceso: para los aficionados que asistían al viejo estadio “Angel Flores” allá a finales de los años Sesenta e inicios de los Setenta, el espectáculo era a la hora de que aquel espigado lanzador calentaba en el bullpen. El sonido de la mascota del catcher se podía escuchar con toda claridad y levantaba el entusiasmo de aquellos asistentes del lateralderecho.

 

“Una vez estaba en relevo con los Tomateros, creo había dos en base y saqué dos outs con puras rectas. Vinicio (García, manager del equipo) me gritaba que tirara slider y ¡que va!, a pedrada limpia ponché al último”. Una de tantas actuaciones memorables en invierno, como aquel relevo contra Guasave en 1971, cuando ponchó a 16.

 

Tres, cuatro tecates adelante, se atreve a la cita que merece  investigación: “Yo estaba con los Medias Blancas y en un juego contra los Mellizos, ponche en fila a (Rod) Carew, a (Tony) Oliva y a (Harmon) Killebrew”. No hay respuesta, no en ese momento.

 

Los atributos le valieron ser firmado en 1971 por los Medias Blancas de Chicago, cuando “Cy” pertenecía a los Charros de Jalisco. Fue enviado a las Menores para actuar con los Toros de Tucson. Esa irrupción valió para las anécdotas.

 

“Pues algo hay de cierto. Yo llegué allá y no sabía donde presentarme. Tomé un taxi y en el camino, le dije que se parara en algo que parecía un restaurant, era un bar y pues traía ganas de tomarme una cerveza sí que pedí una budweiser. Me reporté con tres o cuatro en la panza”, confiesa  en lo que parece ser un sentimiento de pena.

 

Tras su buen invierno, regresa a las Menores en 1972 y debuta en las Mayores el 4 de Junio, saliendo con el triunfo en el segundo de una doble cartelera. Ese año trabajó en 26 juegos, con un excelente 1.56 de efectividad. Repite c olor en 1973 pero no lo hacen taponero.

 

“La verdad oiga, es que el manager de los Medias Blancas era un pinche racista. Ese tal Chuck Tanner, a mí nunca me quiso”. Disgusto, desprecio en la frase soltada con coraje.

 

En su historial, se le recuerda casi como anécdota, que fue primer pitcher en romper la regla del  bateador designado. Tuvo que batear en un juego de extrainnings: “me dijeron que tenía que batear, yo nomás me puse el caso y a poncharme rápido, lo mi no era  batear”.

 

Para 1974, ya era mencionado como uno de los  cinco mejores relevistas de las Mayores, según el entonces manager de los Reales de Kansas City, Jack McKeon. Su dicho, en la edición de Mayo de ese año de “Sporting News”, ubicándolo junto a Rollie Fingers, Sparky Lyle, Doug Bird y John Hiller.

 

Pero más que el infortunio, la desidia y la presunta irresponsabilidad producen la lesión que le cambió la  vida. Lo narra desde su enfoque.

 

“Llegué a Culiacán y fui a saludar a los amigos a Tierra Blanca. Había una jugada de cachibol (volibol sin reglas) y ahí me tronó el brazo. Frases desprendidas, amargura revelada.

 

Ya no hubo regreso a Estados Unidos, no más budweisers, no más acusaciones de racismo ni reconocimientos, no más rectas de alta velocidad. Los Filis de Filadelfia lo llamaron en 1974 y seis juegos fueron suficientes para comprobar que el gran sueño había terminado.

 

“Así y todo, regresé a México, jugué once años en Liga Mexicana y en la Costa y oiga, gané juegos, ya no era tan ponchador pero sacaba outs”.

 

¿Difícil el regreso?

 

“Como la chingada oiga. Ya no eran las cosas como antes. Allá en la Mexicana me tocó cuando los apostadores compraban juegos, yo andaba con  Aguascalientes y cundo llegaba al DF, me buscaban en el hotel Saratoga, ahí cerca de Cuauhtemoc, ¿conoce ese hotel?, ahí llegaban los batos con lana en mano y pos yo le digo, ni pa´donde hacerse oiga”.

 

Agacha la cabeza, esconde el cigarro y el bote de tecate: “lo amenazaban a uno, que te iban a chingar si no hacías caso, yo les decía que no era yo nomás sino  que había que repartir entre otros y ¿sabe lo que me decían? que el cuarto bat con la coca estaba pagado”.

 

Plática que se esfuma igual que el ánimo, el  cigarro y el bote de cerveza: “ y yo que lancé más duro que Nolan Tyan”.

 

COLOFÓN

 

En 2005, fue electo inmortal del beisbol mexicano e ingresado al Salón de la Fama. Su discurso duró menos de 3 minutos. Dijo lo suficiente.

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