¿BASTA CON SACAR UN PAÑUELO, PONCHO?

poncho

RINCÓN BEISBOLERO

Por: José Carlos Campos

 

16 de Marzo de 2021- Escribir sobre el gremio al que se pertenece o sobre uno de sus representantes, suele asociarse al autoelogio, a la alabanza en boca propia que resulta en vituperio y caso contrario, si es que resulta en crítica, se acude a señalar la envidia y en último caso, a eso de que “perro no come perro”. En pocas ocasiones se reconoce el encomio.

 

Malo (lo sentimos) es que se apliquen casos personales como ejemplo, pero viene bien al tema. Nosotros nos preciamos de haber podido coincidir con al menos dos grandes exponentes de la crónica deportiva, de lo cual, más poco que mucho, hemos aprendido de este oficio: don Agustín de Valdez y Enrique Kerlegand, ambos connotados personajes que has trascendido por méritos propios.

 

Vale la pena tejer sobre ello luego de que en esencia, ambos han contribuido al lograr hacer seguidores al beisbol, antes de hacer fanáticos a los equipos para los cuales trabajaron. Y hasta ahí la dejamos.

 

Sobre esto reflexionamos ahora que el colega Alfonso Lanzagorta ha anuncia, no tan entre líneas, que deja la profesión, que se aleja por, digamos, cierto cansancio con todo y que está lejos de ser visto como alguien de edad avanzada o que simplemente, haya dado el “viejazo” de manera anticipada (faltan aún varios calendarios y whiskies).

 

Decisión muy personal que se recibe con cierto desaliento porque antes que nada, Alfonso ha representado, durante años, la independencia de criterio detrás de los micrófonos, una voz libre , sin ataduras, que ha proyectado a este deporte sin dogmas ni ideas fijas por quienes pagan por hacerlo.

 

RECUERDOS- Veracruzano de nacimiento, abogado de profesión, ambas condiciones reveladas en cada crónica, a lo largo de carrera Alfonso Lanzagorta ha sido fiel a un estilo que cerca está en ser único en México. Que no a todos guste es señal de ello. EL uso de coloquialismos, frases  sacadas de la inventiva que se asocia a la ocurrencia y el manejo casi docto de la terminología beisbolera lo hace un especial referente en esto de la crónica beisbolera.

 

En la evocación, noches de pelota en el viejo “Angel Flores” de Culiacán, ya algo remozado, con Poncho (como le dicen amigos e igualados), ubicado en el palco que ocupaba don Juan Manuel Ley, con un monitor de TV al lado, imprimiendo a su trabajo la pasión tan indiscutible que le imprime a suchamba. Eras los tiempos de ESPN, de cuando movía al azoro que la gran cadena transmitiera beisbol de la LMP.

 

Luego vendrían los tiempos de TVC Deportes en los cuales, para su infortunio, su independencia se topó con los ánimos caciquiles de Roberto Mansur, el jerarca a quien la crítica le sacaba ronchas y que en sus descargas de alto ego dicto un veto tan absurdo como autoritario.

 

Le ofrecimos entonces refugio a Poncho en ElRinconBeisbolero.com, que lo alojó con el gusto con el que se recibe a un amigo. Supimos así un poco más de las no pocas vicisitudes que tuvo en su carrera, de sus desencuentros incluso con compañeros del gremio de pocos escrúpulos, a quienes bien vale la pena señalar por gandallas y chafas.

 

La generosidad de Lanzagorta con el sitio se agradece, se reconoce y queda en claro que es reflejo de una amistad que mucho se atesora y aprecia.

 

LEGADO- Tal vez su futuro quede en los establos del hipódromo de las Américas, entre dosañeros y cuartos de milla, que los caballos son su gran pasión y que su eventual retiro de los micrófonos nos den el tiempo y la oportunidad de evaluar cabalmente el legado que deja Poncho.

 

Como todo, esperar que los relevos no lleguen regalando bases por bolas, que haya quien tome la estafeta y decida seguir la escuela del cronista independiente que busca hacer seguidores al deporte,  no a los colores, que mantenga la crítica como instrumento de trabajo (no como moneda de cambio).

 

SI la decisión de retiro está tomada, buena suerte a Alfonso Lanzagorta. Tiempo de sacar el pañuelo blanco para decir adiós, ese pañuelo que trae bordada la imagen de Borondongo listo para iniciar la doble matanza.

 

¡Suerte, Poncho! … y gracias.

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