23 de Octubre de 2024- Le llegó el out 27 a Fernando Valenzuela y con él se han ido al más allá cientos de recuerdos beisboleros que se habrán de añorar. Sin duda, Fernando ha sido uno de esos personajes forzados a recordarse con el paso de los años porque bien a bien, más allá de estadísticas sobre el diamante, lo suyo fue lo que se generó fuera de los estadios.
Se agotó así la historia de vida de un personaje cuya existencia resulta digna de contarse, así sea basado en dudas e insistencias, digamos que digna incluso que fuera llevada a la televisión o al cine. Va más allá de representarse como la historia de un humilde nativo de un pueblo olvidado de Dios que por su tenacidad y empeño llega a las Grandes Ligas. De ahí en adelante, todo parecería predecible de contar.
Nos declaramos pertenecer al grupo de aquellos que creen que Fernando no hizo méritos estrictamente deportivos para ingresar al Salón de la Fama del béisbol de Cooperstown, los números no le alcanzan y creemos que citar sus logros extrabeisbol no pasan por el tamiz de lo que debe considerar el comité de electores. Dicho de otra manera, la “Fernandomanía” no parece tener valor curricular para que se le otorgue un nicho.
Sin embargo, en este aspecto debe señalarse, y subrayarse, que a Valenzuela debe acreditarse que gracias al impacto de su imagen haya logrado, eventualmente, rescatar tanto a las Grandes Ligas como a la liga Mexicana del Beisbol tras atravesar sendos momentos críticos; las huelgas que afectaron a los circuitos.
Llega el sonorense a las Mayores luego de que fuera descubierto (indudablemente) por el scout cubano Corito Varona, mérito que se adjudicó luego Mike Brito que sirvió a éste para vivir del mito durante muchos años. En México se reprodujo la falsa especie gracias a los dólares que entregaba Brito a voceros oficiosos a los que se creía gozaban de credibilidad.
En 1981, un 11 de Junio, estalla la huelga de peloteros en Grandes Ligas pegando en plena zona de flotación a la Gran Carpa. Ese año se perdieron 712 juegos, todo parecía condenado al fracaso pero para su fortuna apareció la figura de Valenzuela irrumpiendo como la gran figura de la campaña que hizo olvidar el conflicto. Fue su temporada de ensueño, la que lo encumbró y que lo hizo ídolo y figura en Los Ángeles.
La “Fernandomanía” hizo acto de presencia y esto ahora de ve como una enorme aportación una especie de redención al sector migrante de California, evento social que se reconoce y del cual se habla aún profusamente. Insistimos: esto es un hecho que no se toma en cuenta para efectos de salón de la fama porque finalmente, pareciera algo casuístico y de coyuntura.
En México, en 1980 había estallado la huelga de peloteros, había surgido la ANABE y los efectos parecían ser desastrosos, se padecieron durante muchos años. Entre los efectos más notables estaba el hecho de que la televisión privada (en ese entonces) se alejara del béisbol, que los medios en general le corrieran a los parques de pelota luego de entender que con la huelga se fueron varios personajes y figuras de relieve. Y ahí es cuando surge Valenzuela como una especie de redentor, su solo nombre hace que regresen los aficionados, que el béisbol sea nuevamente tema. Ese fue el aporte, desde lejos, del fenómeno Valenzuela.
Pareciera muy breve y sucinto lo que aquí se expone pero el contexto es mucho más amplio, de mayor amplitud, el legado del “Toro” abarca aspectos socioeconómicos que rebasan, así lo creemos, los deportivos.
Pero que conste que nadie desdeña o minimiza lo logrado, sus 173 triunfos en las Mayores, sus 2074 ponches, sus 113 juegos completos…. cifras que lucen y permanecen aceptables para el recuerdo pero que palidecen ante la exposición de lo que hizo por el deporte que con eso hizo mucho por la sociedad.
Y decir gracias por los recuerdos es unirnos a los recuerdos de muchos, Hasta siempre, Fernando Valenzuela!!