El Rincón Beisbolero

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HUELGA DE 1980 Y ANABE: HACE 40 AÑOS (1)

 

23 de Abril de 2020- Se presenta una serie de artículos que resultan de la total responsabilidad del periodista, basado en hechos históricos que son del dominio público y que constituyen uno de los eventos socio-deportivos más relevantes y trascendentes en la historia de México.  No se trata de un documento testimonial, ni pretende serlo. ES ante todo, una recopilación de relatos, historias recogidas de varios de sus protagonistas, testimonios de varios expeloteros y vivencias estrictamente personales.

 

Lo aquí plasmado vienen a ser respuesta y compromiso cumplido con Ramón “Abulón” Hernández y el grupo de valientes peloteros que en aquel 1980 no solamente rompieron paradigmas sino que tal vez sin saberlo, cambiaron “el orden de las cosas” con lo que así, beneficiaron a las generaciones venideras de jugadores profesionales. Fijaron a la dignidad como bandera de lucha ante la soberbia.

 

De igual manera, el presente trabajo constituye un aporte para que personajes tan cercanos a nuestro afecto y admiración, como el historiador Cesar González Gómez y el maestro-filósofo-beisbolero Juan José “JJ” Sánchez encuentren alguna vez un referente para que sirva para escribir más y mejores trabajos que recopilen y cuenten esta que debe ser, una imborrable parte en la historia del beisbol mexicano.

 

Esa historia que durante cuatro décadas, muchos quieren enviar al olvido.. por no decir que al cesto de la basura.

 

La huelga de peloteros de 1980, el nacimiento de la ANABE fueron hechos reales. Al surgir ambos eventos, sentenciaron la muerte de la era de la simulación.

 

LOS ANTECEDENTES O EL “CALDO DE CULTIVO”

 

Como en toda historia, se tuvieron antecedentes que a la hora del análisis, se convierten en referente obligado. Asó, citaremos las palabras de Guillermo “Huevito” Alvarez – considerado el mejor parador en corto en la historia del beisbol mexicano- al compartir su recuerdo de cómo fue que Jorge Pasuel anunció su retiro del beisbol en 1951.

 

“Pasquel nos mandó llamar a la ciudad de México, a todos, de todos los equipos, ya que él era quien nos pagaba a todos. Fuimos mexicanos, gringos, cubanos, de todos lados. No sabíamos de qué se trataría aquello.  Se subió como a una especie de balconcito, nosotros oyendo desde abajo, a su lado estaban dos guardaespaldas, armados, y a otros tantos se les podía ver alrededor de nosotros. Pasquel ya se veía muy desconfiado”

 

Luego nos lo soltó directo: “esto ya se acabó, me voy del beisbol, ya no más. Todos ustedes están pagados y aquellos a los que no les salen las cuentas, los espero en mi oficina más tarde. Ustedes pertenecen a los equipos en los que terminaron la temporada, no faltará quien les hable luego para ver lo del año que viene». No hubo nadie que reclamara o dijera algo: Pasquel era el rey y al rey nadie le decía “no”. Así acabó todo aquello”.

(Entrevista que le hicimos a Álvarez en Junio de 2003)

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Tal vez Alejo Peralta llegó a pensar que el espíritu de Pasquel se había apoderado de su persona, que el magnate industrial, el mismo como director del Instituto Politécnico Nacional, en Septiembre de 1956 mandó desalojar con la fuerza pública (ejército) las instalaciones del internado de dicha institución educativa.

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Según Peralta, en el internado se enseñaba “la corrupción y la falta de respeto a los demás, a la propiedad privada, al prójimo, al propio estudiantado y a las autoridades” (Novedades, 24 de septiembre de 1956, p. 9). Lo decía quien se ostentaba ante México y el mundo de ser “varias veces millonario”.

 

Y citamos a Peralta porque mucho del estallamiento de la huelga de peloteros de 1980 y el surgimiento de la ANABE devino de la soberbia del cacique visto como redentor del beisbol mexicano y de la evidente estulticia de varios de los dueños de clubes de la Liga Mexicana de Beisbol de aquel entonces.

 

Al frente de la liga se hallaba a Antonio Ramírez Muro, buen hombre que pecaba de pusilánime, de un carácter blando, ingenuo y manejable, dócil ante el poder real de la liga. Años más tarde, Ramirez Muro pasaría a ser pastor de alguna religión, a seguir siendo “buena gente”. «Un hombre de dios» que huyó del beiosbol tras conocer al diablo. Y eso le ganó un lugar en el salón de la fama del beisbol mexicano, ¡faltaba más!

 

RAMIREZ MURO2ANABE 3

 

Obligado citar que el México de finales de los años Setenta era un México muy diferente al de este siglo XXI, en lo político, en lo económico y en lo social. Los desequilibrios sociales eran acentuados, muy marcados y eso se advertía de manera fácil en el deporte profesional, rubro en el cual, así haya sido de manera precaria, el beisbol aún se guardaba en un nicho preferente en el ánimo de la sociedad.

 

Y los hechos que sirvieron de caldo de cultivo se dieron en ese México tan surrealista.

 

INCIDENTES

 

En 1978, el lanzador derecho Horacio Piña lanzó juego perfecto en contra de los Diablos Rojos jugando como local su equipo, los Rieleros de Aguascalientes. Entusiasmado como muchos en la región, el dueño de los Rieleros, Raúl Medina Reyes, decidió premiar a Piña por su logro regalándole un automóvil último modelo, flamante. Se lo había ganado a la buena, Medina actuó de buena fe, pero en la LMB de aquel 1980 la buena fe no existía, lo único vigente era la palabra del cacique.

 

Pero en aquel bizarro universo de la LMB de aquellos años, no faltaron las voces que le susurraron a Peralta lo que había hecho Medina Reyes, acusando que esa una “práctica indebida” y hubo quien acusó “deshonestidad”. Poco necesitaba Peralta para exhibir sus dotes totalitarios, de gran cacique, y fue sí que el proclamado Alto Comisionado de la liga ordenó a Ramírez Muro que castigara a Raúl Medina de manera ejemplar.

 

Luego de que el emperador Peralta hizo la señal,  poniendo el pulgar hacia abajo, Ramírez Muro hizo saber que el propietario de los Rieleros estaba siendo castigado DE POR VIDA por semejante desacato a la vida institucional de la LMB. Por lo menos, Peralta no mandó quitarle el auto a Piña… o confiscarlo.

 

EL REVUELTO 1980

 

Caminaba la temporada de 1980 con el muy poderoso Puebla, dirigido por Jorge Fitch, al frente del standing, sacando amplia ventaja sobre sus perseguidores, incluyendo al Veracruz, al Águila que dirigía Miguel Sotelo.

 

Viajó el cuadro poblano al puerto, en serie que presagiaba muchas emociones y el domingo 6 de Abril de 1980 se dio un incidente que resultaría clave para que el descontento de los peloteros se acentuara.

 

Lo que en un momento parecía que era una de esas “cosas del beisbol”. El juego de había caracterizado por el pésimo ampayeo que se tuvo, básicamente con decisiones en contra de .los Ángeles visitantes, tanto que apenas en loas primeras entradas se decidió la expulsión del manager Jorge Fitch y del novel paracorto Alfonso “Houston” Jimenez.

 

En la visión retrospectiva de algunos de los hoy expeloteros, la actuación de los hombres de azul dejó ver una consigna en contra del entonces equipo líder, Lo subsecuente lo confirmó.

 

Terminado el juego, el equipo poblano vio con gusto que un grupo de policías estaban afuera de su vestidos, haciendo creer que estaban ahí para escoltarlos y protegerlos ante posibles agresiones de la fanaticada pero, ¡oh sorpresa!, los guardianes del orden procedieron a atacar y golpear con sus bastones (“macanas”) a los peloteros del cuadro poblano.

 

Reportes periodísticos de la fecha indican que como saldo, resultaron lesionados los peloteros Alfredo Esparza, Jorge Luis “Zamorita” Hernández, el manager Jorge Fitch, Pablo Gutiérrez Delfín y Paquín Estrada.

 

Todavía habría más.. y peor.

 

Azuzados por directivos del Águila (entre los cuales estaba Beto Ávila, por cierto), el inspector autoridad en turno (quien luego se hizo directivo)  la policía procedió a arrestar a todo el equipo Ángeles, a todos  sin exclusión alguna, procediendo a conducirlos a los separos municipales. Nadie que les diera un motivo o razón de aquel abuso, nadie que se asomara para abogar por ellos.

 

Los testimonios hablan de un encierro de casi cuatro horas tras lo cual pervive como gran mentira que su liberación se debió “gracias a la intervención de los directivos de la Liga Mexicana”, falsedad que se dejó correr con toda intención.

 

Lo cierto es que cada pelotero tuvo que pagar Mil pesos (de aquellos) de multa y solo así librarse de quedar tras las rejas y aún más, derivado del incidente, la LMB procedió a multarlos con otros 3,000 pesos más mostrando así las dejos de “sensibilidad” que caracterizaban a la claque directiva de entonces. Muy “peraltiana”, ¿no?

 

Una vez liberados, y en plática de grupo desarrollada en una habitación de hotel, los peloteros hablaron entre ellos largo y tendido. Sobraron las quejas, abundaron los reclamos pero sí una gran coincidencia: la liga, los clubes, los directivos, veían a los peloteros como su enemigos, no como la materia prima del espectáculo.

 

El suceso registrado en Veracruz desencadenó entonces el despido de Fitch como manager, a los jugadores no les pagaron la quincena. Aún se recuerda la propuesta de los peloteros del cuadro poblana: jugar con el nombre de “Los Ángeles de Jorge”, en honor a su manager.

 

Llegó el 8 de Abril, fecha en que los Ángeles de Puebla debían iniciar una nuevo serie ante los Leones de Yucatán en Mérida, pero se rehusaron a jugar. Antonio Ramírez Muro amenazó en deshacer al equipo y crear un nuevo equipo Puebla; poniendo cada uno de los demás equipos, un jugador.

 

Los peloteros, a quienes encabezó Alfonso Houston Jiménez, buscaron hacerle frente a esta nueva amenaza y reiterado atropello de la Liga. Uno más que se sumaba a la manera tan vergonzante en que trataban al pelotero: largos viajes, pago irregular e inconstante de salarios, viáticos de hambre, despidos injustificados, falta de seguridad social, etc etc.

El caldo de cultivo hirvió: ante la inconformidad ya generalizada en todas las plazas, el 12 de mayo de 1980, Ramón “Abulón” Hernández, en ese tiempo segunda base de los Diablos Rojos del México, encabezó el surgimiento de la Anabe, y en el que exigía prestaciones laborales de las que el gremio carecía, un porcentaje de la venta de jugadores, seguro de vida y fondo de retiro.

 

El inicio de la gran historia, la gran aventura: la dignidad del peloteroi mexicano se puso de pie.


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