El Rincón Beisbolero

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RINCON BEISBOLERO

Por: José Carlos Campos

25 de Julio de 2025– El domingo por la tarde noche, empezó a circular la noticia de que falleció en la ciudad de México el periodista David Braverman, uno de los últimos representantes de lo que llamaremos “la vieja guardia” por no catalogar esa generación de comunicadores como una “cofradía” que marcó una época por su manera, digamos, tan particular que hablar de pelota sobre ciertos valores.

Y es que partiendo de la base de que en nuestro país el crecimiento y desarrollo del béisbol se dio en paralelo al desarrollo de la prensa deportiva, hemos de concebir que la generación a la que perteneció Braverman en parte fue responsable de que dicho crecimiento y posterior decaimiento.

En varias charlas que sostuvimos con el también ya acaecido Gonzalo Camarillo nos enteramos de primera mano de lo que la cofradía pedía, por no decir que exigía, por hablar de béisbol: sus exponentes se doblegaron al calor del sobre y las prebendas y lo peor es que no dejaron escuela, a nadie instruyeron, a pocos capacitaron, era todo para ellos.

Vamos, se sintieron la ‘ultima coca en el desierto.

DÉCADAS– Hablamos de gente de los medios, preferentemente del entonces DF (hoy ciudad de México) en donde se asentó la idea de que ahí era el centro neurálgico del mundo de la pelota mexicana. Eran tiempos, década de los Setenta, en los cuales los medios sí le ponían atención al deporte Rey, en donde se hablaba y escribía mucho y los cuales, de alguna manera empezó a germinar la idea entre los directivos que había que someter a los medios.

Pero la cofradía empezaba también a saber venderse mejor, a ser cotizada antes que reconocida. Pocas manera hay de salvar de esta intentona al “líder moral” de las plumas de alquiler Tomás Morales, a quienes seguía una cauda de presuntos estelares de la prensa escrita, radio y la incipiente TV beisbolera.

Eran la mayoría de estos cófrades quienes platicaban linduras de convenciones, comilonas y bebederas que corrían a expensas de la L(a)MB, se elogiaban como personajes por saberse bien tratados, que era cosa de extender la mano y recibir recompensas. Eso sí, todo bajo la premisa de que los directivos eran sus jefes: si les ordenaban “pegarle” a alguien, actuaban.

Así les llegaron los Ochenta y la huelga de la ANABE empezando la década puso a prueba su lealtad con sus “paganos”, pocos apoyaron a los “rebeldes”, se quedaron con la convenencia.

Fueron los primeros sicarios del teclado.

VIVENCIAS– Nadie nos va platicar porque a nosotros nos consta: se formaban en fila para que les entregaran el sobre gratificador, pláticas en corto para recibir canonjías extras para lo mismo seguir en la parranda que para pagar un “privado” en un “table”. Bueno, algunos pedían “apoyos” para hacerse de ropa.

Pero los tiempos se encargaron de que la cofradía fuera desapareciendo y con ello, algunos casos de quienes se quejaban de la mutación, de quienes renegaban y se quejaban de la desaparición de los privilegios. Era esa su manera de entender el periodismo, aquel con el que se hicieron presentes en la profesión.

No estamos diciendo ni acusando que David Braverman fuera uno de ellos. Sabido y público es que en lo personal tuvimos diferencias, sobre todo a raíz de su presunta “sociedad” con nefastos que hoy le juegan a lo de ser referentes de este deporte y se alió en el negocio de extorsionar (aunque se lea fuerte) a clubes y ligas por encargo.

Se lamenta su partida, triste saber de la muerte de David. Que descanse en paz.

HENRY– Por cierto, a nuestro entender queda acaso como último representante de esta generación Enrique Kerlegand, el maestro en quien reconocemos el talento para seguir en la brega sin mostrar resentimientos ni resabios con nadie.

Lo suyo es seguir haciendo camino. ¡Bien, mistar 300!


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